sábado, 23 de agosto de 2008

proyecto de restauracion de la gran nacion bolivariana


La Gran Colombia
De este modo suele ser designada en la actualidad la vasta República que a instancias del Libertador Simón Bolívar fue fundada el 17 de diciembre de 1819 por el Congreso de Angostura, la cual dejó de existir en 1830. Pero en aquella época su nombre oficial, por el cual la llamaban todos, empezando por Bolívar, fue el de República de Colombia. Su territorio llegó a comprender el de las actuales repúblicas de Venezuela, Colombia (que en aquel tiempo era conocida como Cundinamarca y, sobre todo, Nueva Granada), Ecuador y Panamá.
Cuando Bolívar y sus contemporáneos mencionaban a los «colombianos» entendían por tales a los ciudadanos de Venezuela, Nueva Granada (hoy Colombia), Ecuador y Panamá. El nombre de Colombia ha sido un homenaje al Almirante Mayor del Mar Océano, virrey y gobernador general de las Indias Occidentales, Cristóbal Colón, descubridor del Nuevo Mundo, tributo un tanto tardío que sólo vino a plasmarse en el siglo XIX, gracias a la iniciativa y ejecución de 2 venezolanos: Francisco de Miranda, el Precursor de la Independencia de América y Simón Bolívar, el Libertador. Claro que antes de Miranda y de Bolívar hubo antecedentes en el reconocimiento a Colón, pero ello no pasó de la simple sugestión. Entre otros Fray Bartolomé de Las Casas, quien propuso para el Nuevo Continente el nombre de Columba, y el jurista e historiador Juan de Solórzano Pereira, quien asomó la denominación de Colonia o Columbania, y más atrás aún, en la corte de Carlos V se habló de que las Indias Occidentales debían ser bautizadas con el nombre de Colón. Miranda, en sus proyectos constitucionales para Hispanoamérica, perfila el mote de continente colombiano y el vocero que edita en Londres a comienzos de 1810 para la propaganda revolucionaria en la América Española, lo intitula El Colombiano.
Bolívar en su Carta de Jamaica (Kingston, 6.9.1815) escribe: «La Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar una república central cuya capital sea Maracaibo, o una nueva ciudad que con el nombre de Las Casas, en honor de este héroe de la filantropía, se funde entre los confines de ambos países, en el soberbio puerto de Bahiahonda. Esta posición, aunque desconocida, es más ventajosa por todos respectos. Su acceso es fácil y su situación tan fuerte, que puede hacerse inexpugnable. Posee un clima puro y saludable, un territorio tan propio para la agricultura como para la cría de ganado, y una grande abundancia de maderas de construcción. Los salvajes que la habitan serían civilizados y nuestras posesiones se aumentarían con la adquisición de la Guajira. Esta nación se llamaría Colombia como tributo de justicia y gratitud al creador de nuestro hemisferio». Esta declaración del Libertador en 1815 tiene sus raíces en su actuación en Nueva Granada desde finales de 1812, cuando en el Manifiesto de Cartagena (15.12.1812) presenta como medida indispensable «…para la seguridad de la Nueva Granada, la reconquista de Caracas…», y habla con entera propiedad de «…las raíces del árbol de la libertad de Colombia…», excitando a los patriotas neogranadinos a «…marchar a Venezuela a libertar la cuna de la independencia colombiana…» Otro antecedente está en la carta para el general Santiago Mariño, en que Bolívar, desde Valencia, el 16 de diciembre de 1813, puntualiza: «Venezuela unida con la Nueva Granada podría formar una nación que inspire a las otras la decorosa consideración que le es debida (...) Nuestra seguridad y la reputación del nuevo gobierno independiente nos impone el deber de hacer un cuerpo de nación con la Nueva Granada. Este es el voto ahora de los venezolanos y granadinos, y en solicitud de esta unión tan interesante a ambas regiones, los valientes hijos de la Nueva Granada han venido a libertar a Venezuela». Después, caída la Segunda República de Venezuela en 1814 y triunfante en 1816 el ejército español en Nueva Granada, tanto venezolanos como granadinos comprobaron hasta la saciedad la justeza del pensamiento del Libertador, ya que las repúblicas aisladas, son destruidas fácilmente por la potencia dominante. En la citada carta para Mariño, Bolívar advertía: «Divididos seremos más débiles, menos respetados de los enemigos (...) La unión hará nuestra fuerza y nos hará formidables a todos» La unión fue la consigna de Bolívar a lo largo de toda su actuación libertadora. Y así como bajo el comando supremo del Libertador los neogranadinos dieron la libertad a Venezuela en 1813, bajo esa misma dirección salieron los ejércitos de suelo venezolano en 1819 a dar libertad a la Nueva Granada. Era, pues, un hecho que todo lo previsto por Bolívar en sus grandes documentos de 1812, 1813 y 1815 se cumplía a la perfección. Los 2 países hermanos ya se habían fundido con la fuerza cohesiva de una amalgama.
El 17 de diciembre de 1819, a orillas del Orinoco, en la histórica ciudad de Angostura, el Congreso de Venezuela dicta la ley fundamental de la República de Colombia, compuesta por Venezuela, Nueva Granada y Ecuador (todavía ocupado éste por los españoles); el territorio de la nueva nación comprende una extensión de más de 2.000.000 km2 y se encuentra dividido para su gobierno en 3 departamentos: Venezuela, Cundinamarca y Quito, cuyas respectivas capitales son Caracas, Bogotá y Quito. La más alta jerarquía en el Ejecutivo de la República la tiene el presidente, y en su defecto el vicepresidente; además en cada capital de departamento habrá un vicepresidente. Los símbolos del Estado son los mismos de Venezuela, mientras el Congreso Constituyente de Colombia, que debería reunirse en territorio neogranadino en 1821, dictase su Constitución. De acuerdo con la ley fundamental, Bolívar fue designado presidente y Francisco Antonio Zea vicepresidente. Los vicepresidentes de los departamentos fueron Juan Germán Roscio (Venezuela) y Francisco de Paula Santander (Cundinamarca). La del departamento de Quito no se proveyó por estar su territorio bajo el dominio español. Al Congreso de Angostura le cupo la gloria de dar vida jurídica al Estado que, en la actualidad, para darle mayor significación al ideal bolivariano que lo promovió, todos denominan la Gran Colombia. Angostura (hoy Ciudad Bolívar) fue la cuna en donde nació la Colombia bolivariana.
Realizadas las elecciones nacionales conforme a lo prescrito en el estatuto fundamental de Angostura, el Congreso de la novísima República se reunió en la Villa del Rosario de Cúcuta, el 6 de mayo de 1821. Debía instalarse el 1 de enero, como se había previsto en Angostura, pero inconvenientes de distinta índole lo impidieron. Concurrieron 57 diputados. La primera directiva del cuerpo la integraron: José Félix Restrepo (Antioquia), presidente; Fernando Peñalver (Caracas), vicepresidente; y Francisco Soto y Miguel Santamaría, secretarios. En el Congreso de Cúcuta participaron varones muy ilustres de Venezuela y Nueva Granada, quienes contribuyeron con sus luces a edificar definitivamente la República nacida en Angostura. El 12 de julio del 1821 se firmó la ley fundamental de la Unión de los pueblos de Colombia; para entonces el presidente del Congreso era José Ignacio de Márquez, el vicepresidente Antonio María Briceño y los secretarios Miguel Santamaría y Francisco Soto. El cúmplase y el publíquese le fueron puestos el 18 del mismo mes de julio. Asimismo la Constitución de la República de Colombia, objetivo central del Constituyente, fue suscrita por todos los diputados presentes en el Rosario de Cúcuta el 30 de agosto de 1821. Eran entonces directivos del cuerpo Miguel Peña, presidente; Rafael Lasso de la Vega, vicepresidente; Francisco Soto, Miguel Santamaría y Antonio José Caro, secretarios. El cúmplase tiene fecha del 6 de octubre y está autorizado con la firma del presidente de la República Simón Bolívar y refrendado por los ministros secretarios del despacho, Pedro Briceño Méndez, de Marina y Guerra; Pedro Gual, de Hacienda y Relaciones Exteriores; y Diego Bautista Urbaneja, del Interior y Justicia.
Bogotá fue designada capital de la República y ésta se dividió en departamentos, provincias y cantones; la máxima autoridad ejecutiva en los primeros era el intendente, en las segundas el gobernador y en los terceros el juez político. Los departamentos venezolanos fueron 3; denominados Orinoco, Venezuela y Zulia, con un total de 10 provincias; los de la Nueva Granada fueron 4: Boyacá, Cundinamarca, Cauca y Magdalena, con 13 provincias. Se le dio a la república Escudo de Armas, Sello y Bandera; esta última fue la tricolor que había venido usando Venezuela. El Congreso adoptó medidas que preveían la abolición progresiva de la esclavitud, decretó la abolición del tráfico de esclavos, y legisló sobre la enseñanza pública, poder judicial, naturalización de extranjeros, exención de porte de correos a periódicos y otros impresos, libertad de imprenta, importación, aranceles y tarifas, registro de buques nacionales y nacionalización de los extranjeros, tabaco, factorías y exportación, contribución directa, asignación de bienes nacionales a los servidores de la república, confiscación de bienes pertenecientes al Gobierno español, extinción de los tributos de los indígenas, contaduría general de Hacienda, papel sellado, uniformidad de pesos y medidas, enajenación de tierras baldías, modo de proceder contra conspiradores y perturbadores de la tranquilidad pública y otras materias de capital interés para el desenvolvimiento de la administración nacional. El Poder Ejecutivo de Colombia, según el título V, sección 1ª de la Constitución de 1821, está depositado en un presidente y un vicepresidente. El período gubernamental es de 4 años. El presidente elegido en Cúcuta fue el Libertador Simón Bolívar y como vicepresidente resultó electo el general Francisco de Paula Santander. Ambos se juramentaron el 3 de octubre. Pocos días después Bolívar nombró el primer gabinete, constituido por Pedro Gual (Relaciones Exteriores), José Manuel Restrepo (Interior y Justicia), Pedro Briceño Méndez (Guerra y Marina), José María del Castillo y Rada (Hacienda) y solicitó la autorización del Congreso para marchar al sur a fin de proseguir las campañas libertadoras. Se le concedió, dándole amplias facultades sobre los territorios que fuesen teatro de operaciones. A la cabeza del Gobierno quedó Santander como vicepresidente de la República encargado del ejercicio del Poder Ejecutivo.
El 13 de octubre de 1821 cesaron las sesiones del Congreso de Cúcuta, que actuó en forma soberana, sin presiones de ningún género, ya que el mismo Bolívar fue garante del clima de libertad y autonomía en que se desarrollaron las actividades de esta magna asamblea grancolombiana. De acuerdo con las facultades que le había otorgado el Congreso para dirigir la guerra, el Libertador dispuso que el general Antonio José de Sucre se trasladase a Guayaquil (que en octubre de 1820 se había independizado de los españoles), y desde allí avanzara hacia Quito. Es la Campaña del Sur, en la cual habrá combates y batallas de singular relieve, entre estas últimas Bomboná, el 7 de abril de 1822, dirigida por el propio Bolívar, y Pichincha, el 24 de mayo siguiente, por Sucre. El 13 de julio se incorpora formalmente Guayaquil a Colombia. Y el 27 del mismo mes se celebra en esa ciudad la entrevista de Bolívar con el general José de San Martín. Más tarde, el Protector del Perú se retirará del campo de la política y de la guerra. En el Ecuador, totalmente incorporado desde mediados de 1822 a la Gran Colombia, el Libertador sigue con gran preocupación el desarrollo de los sucesos en el Perú. Entre tanto, el 17 de julio de 1823, manda personalmente la batalla de Ibarra, donde derrota al coronel realista Agustín Agualongo. Llamado por los patriotas peruanos, emprende viaje por mar, el 7 de agosto de 1823, desde Guayaquil, y llega el 1 de septiembre a Lima. Estará en el Perú hasta el 3 de septiembre de 1826, cuando emprende el regreso después de dejar libre de la dominación española a la tierra de los incas y de haber fundado la República de Bolivia.
Durante la ausencia del Libertador, el vicepresidente Santander rigió los destinos de Colombia desde Bogotá, adonde se había trasladado ya el Gobierno a fines de 1821. Los congresos constitucionales de 1823, 1824 y 1825, que se reunieron en aquella ciudad con participación de senadores y diputados de todas las provincias, orientados por la capacidad administrativa y política del vicepresidente y sus principales colaboradores, fueron estructurando mediante numerosas leyes y resoluciones la vida civil de la República, en un clima de amplia, aunque no total, libertad de prensa; ejemplos de ésta fueron las polémicas que en Bogotá sostuvieron en 1823 Santander y el estadista Antonio Nariño, así como las campañas periodísticas que en Caracas llevó a cabo de 1822 a 1824 El Venezolano. La guerra, que no había terminado del todo en Venezuela con la batalla de Carabobo en 1821, pues quedaba el foco realista de Puerto Cabello, se reinició con las operaciones del brigadier Francisco Tomás Morales en el occidente venezolano, apoyado por la escuadra española del almirante Ángel Laborde. La batalla naval del lago de Maracaibo, ganada por el almirante José Prudencio Padilla en julio de 1823 (que coincidió casi con la derrota de las fuerzas del coronel Agualongo por el general Bolívar en Ibarra, antes mencionada) y la toma de Puerto Cabello por el general José Antonio Páez en noviembre de ese mismo año pusieron fin a las actividades bélicas de fuerzas regulares españolas en territorio grancolombiano. En el mar, sin embargo, continuó la guerra de corso. Estados Unidos (1822), Inglaterra (1825), Holanda (1829) reconocieron la independencia de la Gran Colombia, y otras naciones, sin llegar a dar ese paso, enviaron cónsules y agentes oficiosos a Bogotá y a los principales puertos de la República. Se reanudaron relaciones diplomáticas estables con la mayoría de las naciones de América Latina de origen hispano, así como con el imperio del Brasil. Se estableció contacto directo con la Santa Sede, que accedió a consagrar a los arzobispos y obispos propuestos por las autoridades, aunque se negó a aceptar que la República, como lo había declarado el Gobierno, estuviese en posesión del llamado «derecho de patronato» como sucesora de la Corona española. En 1824 la República contrató en Inglaterra un empréstito de 4.750.000 libras esterlinas (unos 20.000.000 de pesos). Los puertos grancolombianos continuaron abiertos a los buques mercantes de todas las naciones, excepto España, y se ofrecieron en venta tierras baldías a compañías extranjeras que se propusieron fomentar la inmigración. A pesar de las protestas o la resistencia de la Iglesia, pequeños grupos de no católicos, principalmente comerciantes y artesanos protestantes y judíos, se avecindaron en algunos puertos y hasta en poblaciones del interior. También tuvo cierto auge la masonería. La enseñanza universitaria se fue laicizando, y se introdujeron las ideas de Jeremías Bentham y de Benjamín Constant. En cambio, el proceso de abolición paulatina de la esclavitud avanzó muy lentamente y las tierras de algunos resguardos de indígenas empezaron a pasar a manos de particulares criollos o extranjeros. La distribución de los bienes nacionales (secuestrados a españoles o a criollos realistas expulsados) entre los servidores militares de la República, continuó, pero lo complicado del procedimiento dio lugar a abusos en las altas esferas del Gobierno central y al acaparamiento de tierras por algunos jefes, Páez entre ellos, que adquirían de los soldados y clases sus vales depreciados.
En 1825 se celebraron nuevas elecciones para la presidencia y la vicepresidencia de la República. Las ganaron, respectivamente, Bolívar y Santander, pero durante la campaña electoral, el segundo fue objeto de fuertes críticas, especialmente en ciertas poblaciones de Venezuela y en Cartagena. La votación por Bolívar fue casi unánime (583 votos sobre un total de 609 emitidos por los colegios electorales) y Santander obtuvo también una notable mayoría (286 votos) sobre el más cercano de sus contendores, Pedro Briceño Méndez, quien recibió 76; pero en provincias como Caracas, Apure, Maracaibo, Coro, Mérida, Margarita y Río Hacha no logró Santander ningún voto, y quedó en minoría en Cartagena, Santa Marta, Popayán y Guayaquil. La polémica sobre el modo como se había contratado y distribuido el empréstito de 1824 desempeñó en estos resultados un importante papel. Al mismo tiempo, se había despertado en ciertos sectores del centro-occidente de Venezuela un sentimiento de frustración por verse gobernados desde Bogotá, en tanto que entre los funcionarios civiles y los intelectuales de Nueva Granada se veía con aprensión la posición preponderante que en las Fuerzas Armadas habían alcanzado muchos venezolanos. La condena a muerte del coronel Leonardo Infante en 1824, en Bogotá, la crisis político-jurídica abierta por la oposición del letrado Miguel Peña a firmar la sentencia, y la final ejecución del reo a comienzos de 1825, habían contribuido también a agudizar esas tensiones. En el Ecuador, que permanecía más tranquilo, existía descontento entre los dueños de obrajes, cuyos tejidos sufrían la competencia en precio y calidad que les hacían los importados de Inglaterra, y un malestar económico generalizado debido a que aquella región había costeado en una alta proporción los gastos del ejército grancolombiano libertador del Perú. En el ámbito político, muy pocos eran los nativos del Ecuador que ocupasen posiciones de alguna importancia en el Gobierno central.
La crisis, a la vez económico-fiscal y político-militar, estalló en los meses iniciales de 1826. Así empezó a resquebrajarse la Gran Colombia, cuando quebró la casa londinense de Goldschmidt, que administraba los fondos del empréstito, con lo cual el crédito externo de la República sufrió un colapso total. Por otra parte, uno de los golpes más duros a la unidad, fue el movimiento separatista que estalló en Venezuela el 30 de abril de 1826, encabezado por las municipalidades de Valencia y Caracas. El letrado Miguel Peña y el general José Antonio Páez tuvieron papel de primer orden en este movimiento que pasó a la historia con el nombre de La Cosiata. Todo se aquietó momentáneamente con la presencia de Bolívar en territorio de Venezuela. En efecto, el Libertador y Páez se abrazan en Valencia el 4 de enero de 1827 y allí acaba aparentemente la disidencia; pero las discrepancias seguirán esta vez entre Bolívar y Santander, y se intensificarán aún más en la Convención de Ocaña, instalada el 9 de abril de 1828. Viene la dictadura de Bolívar (agosto 1828) que contó con apoyo popular; el atentado del 25 de septiembre de ese año en Bogotá contra la vida del Libertador; y la guerra con el Perú en la que es vencido finalmente el ejército peruano en 1829.
En noviembre de 1829, Venezuela anuncia que se separa de Colombia. Han renacido y esta vez se han encauzado con mayor efectividad los propósitos de La Cosiata. En enero de 1830 se reúne en Bogotá el Congreso Constituyente convocado por Bolívar, quien renuncia ante él sus poderes. El 6 de mayo abre sus sesiones en Valencia el Congreso Constituyente de Venezuela. El 13, Quito se separa de Colombia. El 4 de junio es asesinado en Berruecos el gran mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre. El 22 de septiembre el Congreso de Valencia aprueba la Constitución de la República soberana de Venezuela. Páez es el primer presidente. El 23 de septiembre Quito promulga su primera Constitución. El general Juan José Flores ocupa la presidencia del nuevo Estado que se denomina Ecuador. Bolívar muere en San Pedro Alejandrino (Santa Marta), el 17 de diciembre de 1830. Para él, Colombia fue «…la palabra sagrada y la palabra mágica de todos los ciudadanos virtuosos…» Por ello, hasta en los últimos instantes de su vida, los llamó desgarradamente a la unidad, a la concordia, al amor, a la paz. Aún después de muerto el Libertador, el general Rafael Urdaneta, a la cabeza del Gobierno en Bogotá, trata de restablecer la unidad. No lo consigue, y ha de renunciar en abril de 1831. La Nueva Granada constituye también una república soberana, cuya presidencia asumirá Santander en 1832. En 1863 se llamará Estados Unidos de Colombia, y a partir de 1886, República de Colombia. La Gran Colombia queda como el más ambicioso y noble de los sueños de Bolívar y el tributo perenne al Almirante del Mar Océano.
INFORMACIÓN Proyectos de restauración deLa Gran Colombia
La antigua República de Colombia (llamada «Gran Colombia»), que el Congreso de Angostura había fundado el 17 de diciembre de 1819 a proposición del Libertador Simón Bolívar, quedó disuelta en 1830. Venezuela, la Nueva Granada (hoy Colombia) y el Ecuador se constituyeron en estados soberanos, plenamente independientes entre sí, el mismo año en que moría Bolívar.
Durante las conmociones internas de los años siguientes, en Venezuela, algunos caudillos alzados en armas contra el Gobierno, como fue el caso del general José Tadeo Monagas en 1831, declararon que aspiraban a restaurar la gran República. Lo mismo ocurrió con la Revolución de las Reformas en 1835-1836. En uno y otro caso, sin consecuencias. Perduró, sin embargo, en algunos individuos de las élites políticas e intelectuales de los 3 países, el recuerdo de la unión grancolombiana, el cual se hizo más intenso después de 1842, cuando los restos mortales de Bolívar fueron conducidos desde Santa Marta a su ciudad natal.
En 1855, cuando ejercía por segunda vez la presidencia de Venezuela, el general José Tadeo Monagas envió a Bogotá como ministro plenipotenciario al general Carlos Castelli, quien tuvo que resolver con el secretario de Relaciones Exteriores de la Nueva Granada, Lino de Pombo, las serias desavenencias que habían surgido entre los 2 países y que casi condujeron al inicio de hostilidades. Zanjadas estas divergencias, el secretario de Relaciones Exteriores de Venezuela, Francisco Aranda, le encomendó a Castelli, por orden del presidente Monagas, que averiguase cómo acogería el Gobierno neogranadino una proposición venezolana de reconstituir a la antigua Colombia.
Monagas, escribía Aranda, «…propondría al próximo Congreso esta materia…» El 16 de enero de 1856 era el propio presidente quien le exponía a Castelli cuál era su proyecto, con las siguientes palabras «…deseo verla reconstituida [a Colombia] en 3 secciones independientes entre sí y ligadas para defenderse mutuamente, dirigir sus negociaciones diplomáticas, promover en común la inmigración y demás empresas de utilidad general y volver a ocupar en Europa el rango a que la elevaron los esfuerzos del Libertador…» Pocas semanas después, el 8 de febrero, en su Mensaje anual dirigido al Congreso, el presidente Monagas propuso, en efecto, la restauración de la «Confederación Colombiana», presentándola como una aspiración unánime de «…las tres naciones que antes componían la Gran República…», para que se cumplieran «…los postreros votos de su común Libertador…» Aludía así a la última proclama de Bolívar, en la cual éste había reclamado la unión. Este proyecto, que Monagas había vinculado habilidosamente con una reforma constitucional que le permitía prorrogar su mandato, fue aprobado por el Congreso el 27 de febrero de 1856. Pocos meses después, el 19 de mayo, el Congreso de la Nueva Granada sancionó a su vez una ley que propiciaba igualmente la «…reorganización de Colombia como una sola entidad política…», según lo expresaba Pombo.
Por otra parte, tanto Venezuela como la Nueva Granada informaron al Gobierno del Ecuador acerca del proyecto y solicitaron su participación en las negociaciones. El 20 de mayo de 1856 el secretario de Relaciones Exteriores de ese país, Ramón Borja, contestó que la Constitución ecuatoriana no preveía la alteración de la forma de gobierno, pero ofreció someter «…tan importante cuestión…» al Congreso cuando éste se reuniese. Las negociaciones no fueron mucho más lejos, porque si bien Venezuela y la Nueva Granada coincidían en cuanto al principio, diferían radicalmente en su ejecución. Venezuela deseaba una estrecha liga entre las 3 naciones, pero manteniendo cada una su soberanía y la estructura de su régimen político interno. La Nueva Granada proponía que, previamente, cada nación se organizase bajo la forma federal (varios estados en Venezuela, varios en la Nueva Granada, varios en el Ecuador) y que fuesen luego esos estados los que se reuniesen en una gran confederación. No se llegó a un acuerdo y el general Castelli dio por concluida su misión en julio de 1856.
El proyecto renació a comienzos de la década de 1860, cuando tanto en Venezuela como en la Nueva Granada, tenía lugar la contienda civil llamada Guerra Federal o de la Federación. Desde septiembre de 1859 cuando se reunió en Barquisimeto una Asamblea que designó al general Juan Crisóstomo Falcón jefe de la revolución federal venezolana, se le confirieron facultades para convocar la Confederación Colombiana; pero ni él ni ninguno de los principales caudillos del movimiento, como Ezequiel Zamora o Antonio Guzmán Blanco, hicieron gestiones al respecto. Entre tanto, en la Nueva Granada el general Tomás Cipriano de Mosquera, jefe de los federalistas, promovía la unión grancolombiana y se ponía en contacto con el presidente del Ecuador, Gabriel García Moreno y con su principal aliado militar en las contiendas internas de ese país, el general Juan José Flores. Éste, hablando también en nombre de García Moreno, le escribía el 19 de febrero de 1861 al emisario de Mosquera que el Gobierno ecuatoriano estaba de acuerdo con la reconstitución de la República de Colombia, bajo la forma federal, «…por la voluntad espontánea de las tres Repúblicas que la componen…» El Ecuador envió también como representante ante el Gobierno de Caracas con tal fin al general Vicente González, pero la guerra civil que entonces desgarraba al país no permitió la continuación de las negociaciones.
En febrero de 1860 la derrota sufrida en la batalla de Coplé por los federalistas venezolanos había obligado a muchos de éstos a buscar refugio en la Nueva Granada. Algunos, como Napoleón Sebastián Arteaga, Luis Level de Goda y Francisco Iriarte, se entrevistaron con Mosquera. Éste, quien en julio de 1861 ocupó Bogotá y convirtió a la Nueva Granada en Estados Unidos de Colombia, se valió de aquéllos para promover su proyecto de unión entre los federalistas que seguían luchando en Venezuela. Para difundir esas ideas, el dirigente liberal Antonio Leocadio Guzmán, también asilado en Bogotá, empezó a publicar allí en septiembre de 1861 su periódico El Colombiano. El 9 de diciembre de 1861, como un paso hacia la unión, Mosquera decretó que los venezolanos y los ecuatorianos gozarían en Estados Unidos de Colombia de los mismos derechos que los ciudadanos de esa nación. El general federalista venezolano José María Monagas, asilado en Cúcuta, que servía en el Ejército de los Estados Unidos de Colombia declaraba que «…no había ni venezolanos, ni ecuatorianos, sino colombianos…» En otro decreto de aquella misma fecha el presidente Mosquera incitaba a las provincias y territorios venezolanos de las fronteras del Arauca y del Táchira a constituirse en estados soberanos y a enviar sus representantes a la Convención que se iba a reunir en Río Negro.
Pero los principales dirigentes de la revolución federal en Venezuela, generales Juan Crisóstomo Falcón y Antonio Guzmán Blanco, no veían con buenos ojos la iniciativa de Mosquera, la cual consideraban (en especial Guzmán) como un intento de anexión. Los demás caudillos federales adoptaron una actitud similar. La excepción más notable fue la del general Miguel Acevedo, quien reunió en Caucagua, en abril de 1862, una Asamblea que declaró a la provincia de Caracas incorporada a la Unión Colombiana y designó al sacerdote liberal Nicanor Rivero, entonces asilado en Curazao, para que la representase en la Convención convocada por Mosquera; pero la Asamblea se disolvió y Rivero no viajó a la Nueva Granada. En octubre y noviembre de 1862 se celebró en Nutrias, donde mandaba el general Pedro Manuel Rojas, la Asamblea Constituyente del estado Zamora, la cual se pronunció por la restauración de la antigua Colombia; pero al saber Rojas que Falcón la desaprobaba, no siguió adelante. En una carta escrita desde Churuguara el 1 de abril de 1862 a su padre Antonio Leocadio (entonces aún en Bogotá), el general Guzmán Blanco le ratificaba el rechazo de la dirigencia federalista venezolana a la fórmula de unión total propuesta por Mosquera (que Guzmán Blanco calificaba como «anexión»), pero dejaba abierta la puerta para una confederación de los 3 estados (Venezuela, Colombia, Ecuador) tal como la había entendido en 1856 José Tadeo Monagas. Le decía el joven general a su anciano padre en esa oportunidad de 1862 «…Tú, que te formaste en Colombia, que la viste viviente, que oíste a Bolívar, tú tienes un mundo delante que la generación a que yo pertenezco no conoció, y de aquí que a ti te parezca natural lo que a mí me causa disgusto. Tú has estado treinta años esperando volver a Colombia como la verdadera Patria, y yo los he empleado en amar a Venezuela como la Patria única…» Se refería, naturalmente, a la antigua Colombia de la época de Bolívar. Al comprobar el escaso éxito de su política de integración grancolombiana entre los federalistas venezolanos el presidente Mosquera inició gestiones en el mismo sentido ante el general José Antonio Páez, quien ejercía la dictadura en Caracas como jefe de los centralistas.
En diciembre de 1862 envió como emisario al general Luis Level de Goda, portador de una carta en la cual Mosquera, además de ofrecerse como mediador entre los bandos contendientes venezolanos, le proponía la reconstitución de la Gran Colombia. En su respuesta, fechada en Caracas el 18 de marzo de 1863, Páez declinó tratar el asunto, debido a la situación bélica que atravesaba el país. Poco después, mientras en Venezuela se negociaba el Tratado de Coche, que llevó a los federalistas al poder, la Convención de Río Negro (a la cual asistió como diputado Antonio Leocadio Guzmán), aprobaba el 8 de mayo de 1863 la Constitución de los Estados Unidos de Colombia, cuyo artículo 90 facultaba al gobierno de Bogotá para iniciar negociaciones con los del Ecuador y Venezuela a fin de lograr «…la unión voluntaria de las tres secciones de la antigua Colombia en una nacionalidad común, bajo una forma republicana democrática y federal…», según el historiador Raimundo Rivas. El presidente Mosquera nombró plenipotenciarios ante el Gobierno venezolano, que ya presidía el mariscal Falcón, a José María Rojas Garrido y a Antonio Leocadio Guzmán. Las gestiones del primero, realizadas en Caracas y en Coro de abril a junio de 1864, no tuvieron éxito, pues la Constitución Federal de los Estados Unidos de Venezuela, recién sancionada, sólo autorizaba al Ejecutivo a tratar con los gobiernos de América «…sobre pactos de Alianza o de Confederación…», no de integración política. En cuanto a la participación del Ecuador en el proyecto, también quedó estancada, pues durante 1862 y 1863 se habían deteriorado sus relaciones con los Estados Unidos de Colombia hasta llegar al inicio de hostilidades; éstas concluyeron con la batalla de Cuaspud (diciembre 1863), en la cual Flores fue derrotado por Mosquera. Los 2 jefes, antiguos compañeros de armas de la época de Bolívar, se entrevistaron y reconciliaron, y luego se concluyó un tratado pero no se mencionó la integración grancolombiana. M.P.V.
Mientras en Venezuela, a partir de 1863 y, sobre todo, a partir de 1870 con la llegada al poder de Antonio Guzmán Blanco, se afianza el predominio político del llamado liberalismo amarillo con la institucionalización nominal de un sistema federal de gobierno, en Colombia, a partir de 1880, el Partido Conservador regresa al poder bajo la dirección del liberal disidente Rafael Núñez, quien cuenta con el apoyo del clero y de los grandes terratenientes. En 1886, la Constitución federalista de Río Negro es reemplazada por una Constitución centralista (vigente en la actualidad) y la denominación Estados Unidos de Colombia es cambiada por la de República de Colombia. Los liberales colombianos, partidarios del federalismo, promueven varios levantamientos (1885 y 1895) que terminan en derrota. En ambas oportunidades, el Gobierno venezolano había resuelto brindarles ayuda a los insurrectos del vecino país. En 1898, las elecciones celebradas en Colombia llevan a la presidencia al ya anciano Manuel A. Sanclemente, pero el poder efectivo queda en manos del vicepresidente José Manuel Marroquín, identificado con la fracción más intransigente e intolerante del Partido Conservador.
Una guerra política a ultranza se desata contra los liberales quienes deciden, una vez más, recurrir a las armas. El 18 de octubre de 1899, los departamentos de Cundinamarca, Tolima y Santander se levantan contra el Gobierno. La rebelión se extiende, iniciando una nueva guerra civil que es conocida en la historiografía colombiana como la Guerra de los Mil Días (1899-1903).
Coincidiendo casi con el inicio de esta guerra, el triunfo en Venezuela de la Revolución Liberal Restauradora lleva a Cipriano Castro a asumir el poder (22.10. 1899). Castro, desde su juventud en el Táchira, ha apoyado la lucha de los liberales colombianos. Le toca iniciar ahora una política sistemática de ayuda a los revolucionarios, mediante el envío de armas y municiones, permitiéndoles valerse del puerto de Maracaibo como base de operaciones, así como la utilización de 2 cañoneras, el Rayo y el Augusto para el transporte de tropas y parque. Del 11 al 26 de mayo de 1900, se libra en el sitio de Palonegro, cerca de Bucaramanga, una de las batallas más cruentas de la guerra civil colombiana: 14.000 tropas revolucionarias se enfrentan a 15.000 soldados del Gobierno, con un saldo de más de 5.000 muertos. Los liberales son derrotados y una parte de su ejército, bajo el mando del general Rafael Uribe Uribe, busca refugio en territorio venezolano. Para Cipriano Castro, la ayuda brindada a los liberales colombianos empezó entonces a matizarse de consideraciones de carácter geopolítico. Colombia estaba dominada por el Partido Conservador, pero tanto Venezuela como Ecuador, bajo la presidencia de Eloy Alfaro, estaban gobernadas por liberales.
Al mismo tiempo, en América Central, el presidente nicaragüense José Santos Zelaya proponía la formación de una coalición liberal para derrotar al último bastión del conservatismo en el área.
Partiendo de las proposiciones de Zelaya y de las conversaciones que había sostenido con Uribe Uribe, Castro empezó a madurar un proyecto que contemplaba la reconstitución de la Gran Colombia bajo los estandartes del liberalismo y del federalismo. Alarmado por el apoyo apenas velado que Venezuela le estaba brindando a los insurgentes, el Gobierno colombiano, ahora dirigido por el propio Marroquín quien había depuesto a Sanclemente a raíz de un golpe de Estado palaciego (31.7.1900), resolvió, a su vez, ayudar a grupos de disidentes venezolanos exiliados en el vecino país, particularmente a Carlos Rangel Garbiras y sus partidarios. A tal efecto, el 25 julio de 1901, reforzado por 5.000 hombres del ejército del Gobierno colombiano, Rangel Garbiras invadió a Venezuela por la frontera del Táchira, siendo derrotado frente a San Cristóbal (29.7.1901) por las tropas del Gobierno castrista, reforzadas por Uribe Uribe y sus contingentes liberales.
El éxito de esta cooperación militar entre las fuerzas liberales colombianas y venezolanas sirvió para convencer a Cipriano Castro de lo bien fundado de su proyecto grancolombiano, el cual se concretaría mediante una invasión conjunta al territorio colombiano; una marcha hacia Bogotá; el derrocamiento de Marroquín y la proclamación de Uribe Uribe como presidente provisional de Colombia. Se celebraría, luego, una conferencia en la cual Castro, Uribe Uribe y el nuevo presidente ecuatoriano Leónidas Plaza resolverían la unión de sus respectivos países en una Federación Grancolombiana dirigida por el propio Castro. Como corolario de este proyecto, una fuerza ecuatoriana desembarcaría en Punta Arenas (Costa Rica), y ayudaría a José Santos Zelaya a reunir a Nicaragua, Costa Rica y Honduras en una Gran Unión de Repúblicas Centroamericanas.
Este renovado intento de reconstruir la Gran Colombia de Bolívar fracasó, al ser destrozado el pequeño cuerpo expedicionario venezolano que había llevado a cabo la invasión a Colombia en el sitio de Carazúa, cerca de Riohacha (13.9.1901). Es probable que Uribe Uribe sólo haya motivado su apoyo al proyecto como una forma de materializar la ayuda de Venezuela a los insurgentes liberales, mientras que las proposiciones de Eloy Alfaro, Leónidas Plaza o José Santos Zelaya, en realidad, nunca habían pasado de ser vagas declaraciones de intención. En todo caso, desde ese momento, no se volvió a plantear la restauración de la Gran Colombia como entidad política. Actos como el Congreso de Estudiantes de la Gran Colombia, celebrado en Bogotá en 1910, la creación de la Flota Mercante Grancolombiana (1946) de la cual Venezuela se retira en 1953, el Convenio Andrés Bello, los Congresos y los Juegos Deportivos Bolivarianos han sustituido, por los momentos, un concepto de restauración política por el de una integración económica y cultural.

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